Durante 4 días dejamos la movilidad y congestión Bogotana para ir a hacer lo que más nos gusta, viajar en equipo con mi perro: Gasper, el mejor compañero de viaje que le da una nueva perspectiva a mi manera de viajar, el propósito de este desplazamiento fue conocer algunos de los municipios, pertenecientes a una de las regiones más interesantes del departamento de Cundinamarca: La provincia del Guavio.
Viajamos con muchas expectativas e ilusiones sin saber que al final serían sobrepasadas por las experiencias vividas durante el itinerario, este circuito, corto y substancioso nos dejó con ganas de más.
Tratando de resumir un poco, me di cuenta que la visita fue tan valiosa que es complicado no mencionarlo todo.
En este viaje lo primero que quiero destacar es que, en ningún lugar recibimos un NO como respuesta ante nuestra necesidad de compartir las actividades con Gasper, incluso en más de una vez me animaron a dejarlo libre, a que hiciera contacto con la naturaleza a la cual realmente pertenecía, me dijo uno de nuestros guías, ellos también están en cautiverio por el ser humano, es bueno que comparta en estas actividades desde que no dañe a ninguna otra especie, y definitivamente sí, la alegría era compartida pero estoy completamente segura que uno de los que más disfruto del viaje fue el.
Iniciamos nuestro trayecto por la provincia, en Ubalá donde nos trataron como príncipes, atentos a todas nuestras necesidades y esperando anhelantes cada una de las sugerencias para mejorar su trabajo en el sector turismo, en el que apenas incursionan.
Ubalá resultó ser un destino de aventura y esfuerzo físico, con un potencial grandioso, el entusiasmo del grupo que han conformado para darle fuerza al municipio en su desarrollo como destino turístico es uno de los pilares para que se haya logrado el objetivo de conocer los lugares más representativos.
Allí visitamos La Finca Los Estados para desayunar (Bastante generoso, tradicional y delicioso) posteriormente realizamos una caminata hacia Los Cristales, mirador hacia la majestuosa Represa del Guavio, de allí partimos hacia el Pico del Águila, importante saber que es para personas arriesgadas y poco temerosas, durante el camino desde la finca tuvimos la oportunidad de encontrarnos con otros amigos caninos que junto con Gasper, se convirtieron en los guías caninos del grupo, nos demostraron, o por lo menos a mí que los animales no le temen a nada y que su instinto los lleva tan lejos que pueden ir al Pico de una montaña varias veces, regresar, mojarse con la lluvia, embarrarse y continuar disfrutándolo, una, dos y hasta 3 veces, verlos atravesando la vegetación y el follaje hace pensar en cuantos temores tenemos infundados los seres humanos, pensando que podemos llegar a caer en el abismo frente a nuestros ojos, tememos a veces solo por ensuciarnos o arriesgarnos a enfermarnos por la lluvia, olvidando disfrutar la maravilla que la naturaleza nos ofrece. Desde este Pico, es posible divisar el pueblo, la represa, y con un poco de imaginación llegar a lugares y contar historias que nadie podría crear en un mundo rodeado de automóviles y tecnología.
Aunque la vista era realmente espectacular, el camino continuaba y debíamos regresar ahora para tomar un refrigerio popular e la región, con las arepas más agradables de la región, después nos trasladamos a una finca productiva lugar en el que disfrutamos de un delicioso almuerzo y tuvimos tiempo para conversar con los propietarios de la finca, que a través de la agricultura han cambiado el concepto a través de la inclusión de nuevas formas de producción, pero lo más interesante, fue saber que han conformado un equipo entre ellos y los animales que frecuentemente decidían comer sus cultivos, ahora a partir de la creación y siembra de plantas le permiten a animales silvestres como ardillas, conejos, zorrillos, entre otros alimentarse de estas y de esta manera contribuir a su conservación sin que sus cultivos se vean afectados.
Finalizando este día el plan fue visitar el Puerto de Rumichaca, conocer la Represa del Guavio muy de cerca, lo que resultó fabuloso aún después de una exigente caminata, contemplando la extensión de esta hidroeléctrica que definitivamente resulta ser el eje fundamental que une estos municipios, conocer de cerca su historia e imaginar de qué manera logró el ser humano consolidar este atractivo es impresionante, pero lo más maravilloso de todo, fue a pesar del cansancio, disfrutar del atardecer a orillas del embalse.
Pero como anochecía era necesario regresar a nuestro lugar de alojamiento, no sin antes disfrutar de una fogata acompañada de músicos empíricos de la región, seguimos con una caminata más corta, exigente, pero agradable, a la luz de la luna y que en municipios como este podemos decir que estamos más cerca de las estrellas literalmente, ver el cielo, para mí resulta placentero.
Nuestros anfitriones nos hicieron sentir como en casa, descansamos como nunca y curiosamente allí madrugar se hace un placer y no una tortura, con el cantar del gallo salimos a explorar, contemplar el paisaje, encantador por cierto, rodeados de niebla y naturaleza, compartir con los campesinos de la finca y tener una charla matutina aprendiendo un poco de las costumbres que hemos olvidado.
Ahora, nos desplazamos a la vereda de Palomas en Gachalá, las actividades que teníamos previstas para éste día eran las que más emocionada me llevaban desde el momento en que conocí el itinerario, y con razones de sobra.
Allí conocimos de cerca la actividad de las esmeraldas halladas a través del proceso realizado por hombres trabajadores, humildes que aunque arriesgan su vida, dejan todo de sí en su trabajo, y a quienes agradezco por permitirnos entrar a ese nuevo mundo, fue estupendo, entrar a las minas, armados de casco y linternas, observar y atender a la explicación del proceso que realizan, ver algunos murciélagos y conocer los inmensos pozos donde realizan excavación. De esta actividad, aprendí muchísimo, y tengo el gran orgullo de decir que muy seguramente tengo el primer perro minero y esmeraldero del país que disfrutó las minas tanto como yo.
La tarde, fue muy emocionante, atravesamos la represa del Guavio en lancha, inigualable, un recorrido corto, que deja con ganas de otro y otro… la maravilla natural que se puede observar no termina nunca, el personal es amable y lo más importante, conocimos un poco de Gachalá pueblo y regresamos en lancha otra vez a nuestro punto de inicio para partir hacia Gachetá.
Llegamos en la noche y nos alojamos en el Hotel Gachetá Real, que sin ser un lujo, permite descansar y tomar energías para las actividades que nos esperaban el día siguiente, otro lugar Dog – Friendly, pagando un suplemento realmente mínimo por la mascota, donde solamente nos advirtieron que no debíamos permitir que perturbara la tranquilidad de los huéspedes, en su momento casi rompemos la promesa pero logramos mantenernos al margen y disfrutar la estadía después de una cena deliciosa en una charcutería cercana.
Para Gasper y yo, este día cumplió con las expectativas, especialmente porque llevaba la idea de que tanto en las minas como en la lancha habría un NO irrefutable, vivir la experiencia sin tener que dejar de compartirla con el la hace aún mejor.
Después de un merecido descanso nos dirigimos al especial cementerio de la región, desde Bogotá, al igual que con el plan del día anterior, ya iba con demasiadas ganas de conocerlo, había visto algunas fotografías pero de cerca es mucho mejor, este punto a pesar de ser motivo de tristeza para muchos, para mí, es un homenaje real a quienes allí descansan, las estructuras en mármol que abren las puertas del cementerio, la estructura arquitectónica tan particular, las lozas en el suelo con cruces enormes y en especial la variedad natural que rodea el lugar, lo hace perfecto para olvidar el temor a la muerte, no es un cementerio común y si pudiera volver, regresaría a visitarlo, llama a la reflexión, y tal vez un poco al deseo de hacer de la vida el mismo paraíso que este lugar representa para quienes sus cuerpos reposan allí pero sus almas no sabemos dónde estarán.
Finalmente salimos hacía Junín y ya casi terminaba nuestra travesía por el Guavio, la iglesia hermosa y particular, unas nuevas tonalidades, pues los otros pueblos tenían muchas similitudes, y aspectos que cambian un poco la perspectiva arquitectónica de estos municipios pero lo que realmente me cautivo fue el Parque Alemania, un lugar de ensueño, donde seguramente y si tuviera la posibilidad podría vivir, este lugar me enamoró por su historia, un sacerdote decidido a construir un enorme imperio con piedras y que aunque tuvo que minimizar su trabajo logró en la lejanía del pueblo construir un condominio de piedra rodeado de naturaleza, el espacio es bastante amplio y perfecto para cualquier tipo de turista, después de la actividad que nos brindaron los demás municipios creo que Junín nos brinda todo lo contrario, una tranquilidad a partir de la naturaleza y su parque, como anécdota del viaje puedo contarles que allí perdimos a Gasper como por 10 minutos, terminando siempre en el mirador desde donde la vista se hace más espectacular aún.
Cada vez quedaba menos tiempo, pero se acercaba uno de los sitios que la mayoría de mis compañeros esperaban, las cascadas de Sueva y valió la pena la espera, hasta para mí, una caminata suave y corta que da lugar a cascadas encantadoras, la que logramos observar de cerca, es perfecta para hacer contemplación de naturaleza, sentir como el sonido de las aves articula perfectamente con el agua que cae sobre las piedras y que en el mejor de los casos (Sí te animas a bajar caminando por el lodo y sí eres valiente para entrar al agua) podemos sentir en nuestro cuerpo por unos instantes, en esta ocasión nos quedamos con las ganas, no íbamos muy preparados para llegar pues el camino es pantanoso y aunque Gasper, con su espíritu aventurero lo intento muchas veces, al final tampoco se decidió, pero terminó bañado de lodo 100%.
Finalizó la aventura, solo me queda por decir, aunque ya he dicho bastante, que después de todo no sé claramente que fue lo más agradable, sí ser tan bien recibidos, la amabilidad, serenidad, humildad y don de servicio de los habitantes, que nos hacen olvidar totalmente de la sobriedad del citadino; la gastronomía deja su nombre en alto, todos los atractivos visitados, la posibilidad de regresar sabiendo que tendremos las puertas abiertas aun si viajo con perro generaron solamente una cosa: Amar a mi Departamento Cundinamarca un poco más, del cual normalmente nos olvidamos.